domingo, 21 de febrero de 2016

Educar-se para educar #inteligenciaemocional



Hay una frase que encaja perfectamente con el sentimiento que me genera no sólo hablar de "Pedagogía" y hablar de "Educación" sino también el poder ejercer como "Pedagoga" y "Educadora" exaltando las virtudes del verbo educar, priorizando objetivos y detectando las necesidades de las personas, no sólo desde sus expresiones verbales y sus relatos sino yendo mucho más allá y ser capaz de leer una mirada, un espacio en blanco, una palabra del revés, un no me sucede nada cuando por dentro estamos rotos o tristes, un no necesito ayuda o un te cuento que me duele el oído pero realmente lo que me duele es mi yo, mi corazón.

Siempre he considerado que para realizar una buena intervención educativa es fundamental realizar un buen diagnóstico, palabra también muy mal utilizada en el ámbito de la educación dado que acogemos su significado desde la psicología y su enfoque de poner nombre a un problema, situación, conflicto, dificultad. No digo con ello que los diagnósticos sean innecesarios, enfatizo sencillamente la importancia de no sólo realizar diagnósticos clínicos sino anteponernos a la búsqueda de un trastorno y realizar diagnósticos educativos, buenos diagnósticos educativos basados en necesidades reales y contextos sociales.

Para mi desde la Pedagogía Positiva, realizar un buen diagnóstico no es definir ni poner un nombre en base a un test o unos manuales, para mi realizar un buen diagnóstico es saber detectar las verdaderas necesidades de la persona o personas que demandan o requieren atención, es aprender a leer las situaciones que está viviendo, es saber detectar qué le sucede y qué necesita sin necesidad de que la persona exponga de manera directa y con claridad los hechos que le generan ese malestar. Y por algo muy obvio, dentro de nuestra propia subjetividad es verdaderamente complejo y difícil detectar y reconocer aquellas situaciones o actitudes en las que estamos fallando o que por desconocimiento, no poseemos herramientas personales adecuadas que nos permitan objetivar nuestra situación y modificar hábitos, rutinas, actitudes, etc.

Mi frase, de la que hablaba al inicio de este post, en realidad son dos frases que rondan por mis diferentes perfiles sociales y mueven mis motivaciones:

 "Quien se atreve a enseñar, no debe nunca dejar de aprender" (John Cotton Dana) 

"Enseñar exige saber escuchar (Paulo Freire)



El acto de educar es emocionante y dentro de esas emociones, considero fundamental que los profesionales de la educación para aprender a educar debemos aprender a educar-nos y conocer-nos a nosotros mismos, un estado de bienestar educativo personal es capaz de lograr la adquisición de un estado de bienestar educativo individual y en consecuencia, también social. 

Nuestras formas, modales, actitudes, palabras, estilo de comunicación, etc son modelos educativos que pueden producir en los educandos grandes y positivas sintonías pero también pueden avocar al fracaso.

Debemos ejercer la educación desde su más amplia perspectiva con nosotros mismos. En los tiempos actuales, es imprescindible introducir la inteligencia emocional en nuestras enseñanzas, yo dedico parte de mi tiempo a reflexionar, auto-educar-me, me formo, soy exigente conmigo misma y creo que soy no sólo quien más ejerzo la autocrítica conmigo misma sino a quién más caso me hago para mejorar o para cambiar estilos o actitudes que detecto no funcionan o deben ser modificados.

Quizás un buen ejercicio sea el conocerse y re-conocerse personal y socialmente pero siempre dónde más resultados se obtienen es conociendo y re-conociendo nuestras emociones en el ámbito personal y en el ámbito profesional.

Pienso que sí, un buen ejercicio es conocer nuestras emociones y sentimientos en torno a nuestro desarrollo personal y profesional ¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿Cómo me siento?

He aquí un sencillo ejercicio práctico que nos puede ayudar a fortalecer nuestras potencialidades y habilidades, reflexionar y responder-nos estas cuestiones...

Las cosas que me proporcionan placer son...
Mis virtudes son... 
Las cosas que me fastidian son... 
Mis debilidades son... 


¿Te animas a realizar este sencillo ejercicio?
¿Cuál crees sería  tu marca diferencial como profesional de la educación?

martes, 16 de febrero de 2016

Una experiencia en las aulas ¿Es la enseñanza igualitaria?



Un encerado... Una tiza... y unos emoticonos me han servido para llamar la atención de un grupo de estudiantes de FP Básico y lograr que una hora de tutoría se convirtiera en una hora de trabajo y desarrollo colectivo donde los verdaderos protagonistas han sido ellos, un grupo de 8 chicas y 5 chicos que a priori se consideraban inferiores al resto del alumnado por no estar cursando la ESO (Educación Secundaria Obligatoria).

Los 5 primeros minutos, los momentos de presentarnos y conocernos quisieron mostrar su "etiqueta", aquello a lo que están acostumbrados y lo que de ellos se espera recibir, además de compararse activamente con otros grupos de su mismo nivel educativo, cuyos comportamientos y conductas disruptivas convierten la asistencia al aula en una constante lucha contra el sistema educativo. 

Esta etiqueta, a posteriori la convirtieron en una actitud de desidia inicial porque nuestra presencia en el aula era para ellos un síntoma más de que les ofrecen dinámicas y talleres porque no se merecen nada mejor y porque son los alumnos que más tienen que aprender y que peor comportamiento tienen.

De drogas! venís a hablarnos de drogas! A partir de aquí, y porque no íbamos a hablar de drogas ya pudimos derribar muros de comunicación y desde un elemento tan cotidiano para ellos como los emoticonos pudimos iniciar una sesión en la que la autoestima y la inteligencia emocional se convirtió en la base del trabajo.



Una hora dinámica, divertida y entretenida donde todas/os los alumnos aportaron, hablaron, participaron activamente, salieron al encerado a transmitir sus opiniones y de una división por géneros perceptible por la forma de sentarse, lograron abrir debate y comunicarse sus miedos, inquietudes y sensaciones en torno al contexto que nos unía.

Todos ellos tienen un nexo común, un sentimiento que les permite hacer grupo pese a sus diferencias y es el trato del entorno y el cómo para definir sus acciones e inquietudes se describen con un "qué más da", "yo soy raro/a", lógicamente no creo hayamos podido desmitificar esta situación y eliminarla de su yo en estos 60 minutos, ojalá así hubiera sido porque por el hecho de estar en este nivel educativo y en un aula alejada del espacio educativo, un aula vacía y despersonalizada sin nada en las paredes es para ellos un síntoma de una diferencia, de ser diferente, de ser incapaz, de ser más lentos y de tener pocas expectativas de futuro.

En una ocasión escribí  y hoy vuelvo a recordar que
 "En todos mis años trabajando con personas desde la intervención educativa puedo afirmar que si la etiqueta destruye.. eliminar la etiqueta... CONSTRUYE..." 

¡Profesionales de la Educación! trabajemos desde la eliminación de las etiquetas... de verdad que FUNCIONA!... 
¡este es el verdadero motor del cambio!